La Tau «T» es la última letra del alfabeto
hebreo. Decimonona letra del alfabeto griego, que corresponde a la que en el
nuestro se llama «te». Pero es también una señal o signo, todo un símbolo.
Ezequiel
9,3-6:
«Yahvéh llamó entonces al hombre vestido de lino que tenía la cartera de
escribano a la cintura, y le dijo: "Recorre la ciudad, Jerusalén, y marca
una tau en la
frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se
cometen en ella". Y a los otros oí que les dijo: "Recorred la ciudad
detrás de él y herid. No tengáis piedad, no perdonéis; matad a viejos, jóvenes,
doncellas, niños y mujeres hasta que no quede uno. Pero no toquéis a quien
lleve la tau en la
frente. Empezad por mi santuario"».
Apocalipsis
7,2-4:
«Luego vi a otro ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y
gritó con fuerte voz a los cuatro ángeles a quienes se había encomendado causar
daño a la tierra y al mar: "No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a
los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de
nuestro Dios". Y oí el número de los marcados con el sello: 144.000
sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel» Y he aquí que seis
hombres llegaron con sendos azotes en sus manos. Entre ellos estaba un varón
vestido de lino, y díjole Yahvéh: "Recorre Jerusalén, y señala con una TAU
las frentes de los justos que se encuentren en ella". y exterminad sin
piedad a cuantos encontréis; mas no toquéis a ninguno que esté señalado con la
TAU".
Inocencio
III en el Concilio IV de Letrán el año 1215: Después de
describir la triste situación de los Santos Lugares invadidos por los Sarracenos, el Pontífice lamentó los
escándalos que desacreditaban el rebaño de Cristo y lo amenazó con los divinos
castigos si no se enmendaba. Evocó la famosa visión de Ezequiel, cuando Yahvéh,
agotada la paciencia, exclama con voz poderosa"Recorred la ciudad tras él,
y exterminad sin piedad a cuantos encontréis; mas no toquéis a ninguno que esté
señalado con la TAU". "¿Quiénes son -continuó el Papa- los seis
varones encargados de la venganza divina? Ésos sois vosotros, Padres
conciliares, que, valiéndoos de todas las armas que tenéis a mano:
excomuniones, destituciones, suspensiones y entredichos, habéis de castigar
implacablemente a cuantos no estén señalados con la TAU propiciatoria y se
obstinen en deshonrar la Cristiandad».- «En su discurso de Letrán, Inocencio
III había señalado con el signo Tau a tres clases de predestinados: los que se
alistaren en la cruzada; aquéllos que, impedidos de cruzarse, lucharen contra
la herejía; finalmente, los pecadores que de veras se empeñaren en reformar su
vida»
San Francisco profesaba una profunda
devoción al signo Tau, del
que habla expresamente el profeta Ezequiel (9,3-6) y al que se refiere implícitamente
el Apocalipsis (7,2-4). Con ella firmaba cartas y marcaba paredes, y sanaba
heridas y enfermedades. En el ánimo de Francisco pudieron influir el discurso
con que Inocencio III abrió el Concilio IV de Letrán, la cruz en forma de tau que
llevaban los monjes antonianos sobre el escapulario. Para el Santo, la Tau,
como la cruz cristiana, era signo de conversión y de penitencia, de elección y
de protección por parte de Dios, de redención y de salvación en Cristo.
En un
pergamino que San Francisco le regaló a fray León, está escrito en el
reverso: «El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su faz y tenga
misericordia de ti. Vuelva su rostro a ti y te dé la paz. El Señor te bendiga,
fray León». Debajo de esta bendición
fray León añadió: «El bienaventurado Francisco escribió
de su propia mano esta bendición a mí, fray León». Y más
abajo añade: «De
manera semejante hizo de su propia mano este signo Tau.
Tal como fray León interpretó el
dibujo de debajo de la bendición, las palabras y los hechos de Francisco fueron
para él un signo de consuelo. Y lo son también para nosotros. Aunque no
llevemos grabadas visiblemente las llagas del Crucificado, como Francisco, sí
las llevamos internamente. A todo aquel que se deja herir en nombre de Cristo y
carga con su cruz, Francisco le dice lo mismo que le dijo a fray León: «También
tú estás marcado con la cruz de Cristo y, por tanto, bendecido. Eres propiedad
de Dios y estás bajo su protección».
Así, todos los que procuran seguir a
Cristo en las dificultades de la vida, pueden percibir cómo la bendición de san
Francisco va también dirigida a ellos y cómo los marca con la tau. Y
cada uno y cada una puede considerar: «Esta tau es la cruz, el signo de Jesucristo,
el Cordero sacrificado. Mediante su cruz he sido salvado también yo. Puedo
contarme entre los que han sido marcados con ella...» (H. Holtz).
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