La profunda
amistad existente entre Francisco y Clara es lo que se podría llamar relación
equilibrada entre dos personas de distinto sexo. Los estudiosos del Franciscanismo
están de acuerdo en considerar a Clara como la "expresión femenina"
del Franciscanismo, "imagen femenina del ideal franciscano",
"versión femenina de la
vida según el Santo Evangelio", "expresión de Francisco en su rostro
femenino". De hecho, Francisco y Clara son como las dos caras de la misma
moneda que, de manera perfectamente equilibrada, nos presentan el modo masculino y el
modo femenino de vivir el Evangelio, modos diferentes, pero con el mismo amor,
con la misma pasión, con la misma intensidad, con la misma radicalidad.
Exactamente en esto consiste el equilibrio de la amistad de estas dos personas: ellas
eran caras de una misma moneda, eran respectivamente expresiones masculina y
femenina del mismo Evangelio. El punto de equilibrio no estaba situado en uno
de los dos, sino en el Evangelio, realidad superior que atraía a ambos. No era
uno el que atraía al otro, sino, al decir de la Leyenda de Santa Clara,
"el Padre de los Espíritus atraía a ambos, aunque de modos
diferentes".
Francisco amaba a
Clara y viceversa. Se amaban con ternura, llenos de cuidados el uno para el
otro. Pero este amor mutuo era superado por el amor de ambos por Dios, por
Jesucristo, por el Reino. Este es el secreto de la relación casta y equilibrada
de Francisco con Clara. Un cierto romanticismo decadente origina leyendas que
no tienen ninguna base en las fuentes, y son fruto únicamente de la fantasía,
que sólo sirven para lisonjear a los corazones vacíos. Este modo de ver la relación
de los dos santos no tiene para nada en cuenta a las Fuente s. Estas son
clarísimas mostrando que Francisco quiso conquistar a Clara no para sí, sino
para Cristo: "Es grande el deseo de Francisco de encontrar a Clara y de
hablar con ella para ver si, de algún modo, le fuera permitido arrebatar al
mundo perverso esa noble presa y entregársela a su Señor". El propio Francisco,
en sus coloquios con Clara, le habla en términos de nupcias con Cristo:
"El destila en sus oídos la dulzura de las nupcias con Cristo, convenciéndola
de guardar la perla de la castidad virginal para aquel santo Esposo, que por
amor se hizo hombre". Y el deseo de Clara era exactamente "hacer de
su cuerpo un templo sólo para Dios y merecer, con la práctica de las virtudes,
las nupcias con el Gran Rey". Y cuando Francisco le cortó la cabellera y
la vistió con el hábito de la penitencia "Clara se convirtió en esposa de
Cristo". Por tratarse de alguien que quería desposar a Cristo, Francisco
la trataba con la máxima discreción. Así, la Leyenda de Santa Clara habla de
encuentros entre los dos: "El la visita, y ella lo visita más frecuentemente,
regulando la frecuencia de los encuentros de manera que aquella atracción
divina no fuese percibida por ninguna persona y que no surgieran murmuraciones
públicas que la mancillaran". La discreción hacía que tanto Francisco como
Clara llevasen a otra persona como acompañante. Exactamente esa misma
discreción y reverencia llevó más tarde a Francisco a prohibir la entrada de
hermanos en los monasterios de clarisas, con el fin de que no fuera manchada,
con habladurías maliciosas, la relación de los hermanos con las Damas Pobres.
Esta reverencia de Francisco se trasluce en los escritos que dejó a Clara y sus
hermanas. En la última Voluntad escrita a Clara llama a las Damas Pobres
"señoras mías". Este título era usado por los juglares y caballeros
cuando se dirigían a las jóvenes y damas. Si Francisco tenía hacia Clara una
reverencia propia de un caballero ante la esposa de Cristo, Clara, a su vez,
profesaba a Francisco un amor filial. Al comienzo, ella lo escuchó como guía,
confiándose enteramente a él, y, a partir de aquel momento, "su alma quedó
toda ligada a sus santos consejos y acogía con corazón ardiente lo que le
enseñaba en relación con el buen Jesús". Después pasó a tener un amor
filial hacia él. De hecho, como dice G. Mancini, "Clara era la mujer
nacida del alma de Francisco, la otra mujer que se convirtió en su hija... de ahí
el hecho de que ella se sintiera la plantita de Francisco". Es Clara quien
se llama a sí misma " la plantita de san Francisco".
A partir de esta autodenominación
de Clara, ese título aparece también en otras Fuentes. Ese título tiene su
origen en la terminología bíblica. Dios es comparado con un agricultor que
planta con amor una viña y cuida de ella con cariño. En el lenguaje bíblico hay
toda una relación afectiva que liga al agricultor a su planta. Así Clara siente
el cuidado y el afecto que Francisco tenía por ella. Por eso, Clara llama a Francisco
no sólo su fundador, sino también plantador de la Segunda Orden. En los
escritos de santa Clara se patentiza su relación filial con san Francisco. Se refiere
a él casi siempre con el apelativo "nuestro padre Francisco". En
ningún lugar de sus escritos lo llama hermano. Este lenguaje traduce, pues, la
relación y el tipo de afecto que ligaba a Clara con Francisco. No sólo el
lenguaje de las palabras muestra esta relación. También el lenguaje de los
sueños, que deja fluir los símbolos del inconsciente hacia el consciente, presenta
a Clara lo que significa la realidad Francisco. Como cuenta un testimonio del
Proceso de Canonización (lll, 29), Clara soñó que Francisco la amamantaba a su
pecho. Dar el pecho es el símbolo del amor que nutre, que sustenta y da vida,
que da de su propia vida. Así Clara veía a Francisco: un jardinero que tenía
para su plantita no sólo sentimientos de padre, sino también cuidados de madre.
Reflexión:
1. Elabora una
descripción de cómo te relacionas con los demás
2. ¿Porque los
cambios del adolescente influye en la familia?
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