A mediados de septiembre de 1124, Francisco
de Asís se retira para meditar y ayunar en el monte Alverno, cerca de Arezzo,
en Toscana. A su vuelta, lleva en su cuerpo heridas parecidas a las de Cristo
en la cruz: herida de lanza en el costado, marcas de clavos en los pies y en
las manos, lo que llamamos estigmas. Francisco esconde sus heridas, vuelve
a ponerse los zapatos, que se había sacado desde que había comenzado a
predicar. En vano: el fundador de la orden de los Franciscanos, ya ilustre, no
puede esconder durante mucho tiempo lo que le sucedió.
Numerosos
milagros jamás se había visto algo semejante. Hasta el siglo XVIII, se llamaban
estigmas las incisiones practicadas por los fieles paganos en honor a sus
dioses o las marcas en forma de cruz que los primeros cristianos se hacían en
los brazos para testimoniar su fe. Todavía se habla de los estigmas de una
enfermedad o de un vicio. Sin embargo, las heridas infligidas al cuerpo de San
Francisco son, sin lugar a duda, de origen sobrenatural. Es sólo uno de
los milagros entre los que colman la vida del santo desde la domadura de un
lobo feroz en Gubbio con un simple signo de la cruz o la sanación de enfermos,
hasta el hecho de que después de morir, su cuerpo habría comenzado a
resplandecer y exhalado un perfume admirable, luego se le habría aparecido en
1228 al Papa Gregorio IX, para mostrarle su herida al costado, llenando incluso
un frasco con su sangre. Sin embargo, los estigmas tienen una importancia
especial, por su novedad, por otros casos testimoniados hasta nuestros días,
por la cantidad de personas que los han visto y por los numerosos cuadros que
han inspirado.
A pesar de todas las divergencias
en los detalles, todos los relatos de sus compañeros o de los primeros biógrafos
concuerdan: Francisco vio llegar, quizás mientras estaba en estado de éxtasis,
a un serafín ‑ángel con las alas luminosas y en llamas‑ que parecía
crucificado. Según San Buenaventura, el ángel «tenía los pies y las manos
extendidos y atados a una cruz, y sus alas estaban dispuestas de tal forma que
dos se extendían para volar y las otras dos le cubrían todo el cuerpo». El
santo, impresionado, medita una vez más acerca de la crucifixión y ve aparecer
sus estigmas. Por lo tanto éstos no le fueron infligidos por el ángel, sino por
su amor por Cristo martirizado. Sólo el hermano León, compañero del santo,
mucho después de un primer relato muy sobrio y sin detalles, le dice a un
franciscano inglés, Pierre de Tewkcsbury, que el serafín tocó duramente a Francisco.
La iconografía la mejora aún más: Giotto, Brueguel, Durero y luego los Carracci
muestran a Francisco arrodillado frente al ángel crucificado, desde el que
parten haces luminosos, verdaderas flechas de fuego. Son ellas y no una fuerza
interior, las que dejan en su cuerpo las marcas de la Pasión de Cristo.
1.
¿Cómo y cuándo
aparecieron en Francisco los
estigmas?
2.
¿Qué hizo Francisco después de la impresión de
las llagas de la crucifixión en su cuerpo?
3.
Detalla como sucedió la aparición de los
estigmas de San Francisco
4.
¿Cómo muestran la iconografía los estigmas de
San Francisco?
5.
Describe al serafín de los estigmas de San
Francisco?
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